Un mensaje en cadena que llegó a nuestros ojos en estos días nos hizo recordar unas palabras de uno de nuestros mejores pensadores del siglo XX, Mariano Picón Salas (1901-1965), quien en un ensayo titulado “Comprensión de Venezuela” del año 1948, nos advertía del reto que tenemos como sociedad, no solamente la venezolana, sino la hispanoamericana. Él lo llamó “nuestra gran batalla cultural y social del siglo XX”; que casi terminando la primera década del siglo XXI, creemos que todavía es una contienda que hay que ganar. Luego de lo cual la visión social de lo que somos como pueblo, como cultura en el concierto universal, será distinto.
En ese nuevo tiempo por construir, la importancia de nuestro pasado, de las huellas del mismo podrán ser valoradas no sólo por quienes dedicamos buena parte de nuestras vidas a que no se le sumerjan en el olvido, sino por la mayoría de la población, pues esos testimonios son su memoria.
En estos momentos de reacomodo de la dinámica social, política, económica y cultural de nuestros pueblos, la cual no está desvinculada con el movimiento de la civilización mundial, nos parece oportuno recordar las palabras del maestro; sin más comentarios, sin más preámbulos, pues en las mismas hay mucha tela que cortar, mucho para reflexionar. Las negritas son nuestras:
… “El engrandecimiento y tecnificación del país debe hacerse aún por encima de las guerras políticas y colisiones de credos en ideologías que tornaron tan ásperas la Historia Universal de los últimos años. En el choque de las grandes potencias, disfrazada a veces de filosofía política, en cada corriente con su respectiva cauda de intereses que quiere precipitarnos, las naciones hispanoamericanas por lo mismo no tienen grandes secretos guerreros ni controlan los mercados mundiales, deben afirmar un primordial programa pacífico y de conservación humana. Huerta, telar y escuela más que caserna, debe ser nuestro plan de subsistencia histórica. Nuestra autentica Revolución no consiste en pelearnos en las calles por determinado dogma o excluyente teoría de la sociedad escrito en algún libro viejo, sino ofrecer al Universo las reservas y esperanzas de tanta Naturaleza por poblar y domesticar. Entre los dos campos antagónicos que ya perfilan una nueva guerra mundial, cabe soñar en la tercera posición: la de los países pequeños que no deseen desgarrarse sino desarrollarse y para quienes la tarea no consiste en la pugna por la primacía sino por el bienestar y la cultura.
¿Habrá gentes capaces de precaverse contra todas las propagandas y bulliciosa extraversión que nos lanza en cruzada los intereses extraños y que advierten que la mejor Utopía de América es superar las querellas de las razas y místicas de desesperación que desquiciaron a Europa y buscar trabajo, en la tierra por poblar, en los recursos que desenvolver, la nueva concordia humana? En una de las puertas de este continente, con la conciencia de nuestro mestizaje conciliador, con el horizonte de los grandes espacios virginales; con la única nobleza a que cada cual señalen sus obras, los venezolanos estamos esperando. Aquí el hombre no se ahoga en su marco geográfico ni en la abrumadora historia pasada, porque puede salir a conquistarlo y a escribirla cada día.”
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